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Capítulo 3. El esposo regresa siendo un adulto.


Cuando llega la noche y la oscuridad desciende. 

Las sirvientas reunidas en el baño visten diligentemente a una mujer.

Su blanco cuerpo fue lavado en agua de lavanda, y sobre su piel han aplicado aceite aromatizante extraído de los pétalos de la flor. 

Finalmente, le han puesto una bata de baño hecha de tela fina para que revele la silueta de su cuerpo.

Las criadas la dejaron frente a la habitación de Richard y luego desaparecieron.

La mujer, que vaciló un rato frente a la puerta, pronto entró silenciosamente en la habitación, no había ninguna vela encendida, por lo que la habitación estaba sumida en la oscuridad.

Después de un tiempo la mujer avanzó a la cama.

— ¡....!

Pensó que Richard estaba durmiendo, pero estaba sentado en la cama.

'¿No es un hombre...?'

Mirando una ves más, notó que la silueta no era la silueta de un hombre. La silueta era delicada, no muy diferente a la de ella.  

Solo entonces pudo ver el par de ojos que la miraban a través del dosel.

En ese momento, las nubes que pasaban por la luna se levantaron e iluminaron la habitación. Entonces la vio, era Elisa sentada en la cama siendo bañada bajo la luz de la luna.

La mujer hizo contacto visual con Elisa y se quedó inmóvil.
Elisa, que se mantuvo mirando a la mujer, abrió la boca. 

— Debes estar sorprendida de que sea yo.

— Oh, el joven Duque...

— Se fue a dar un paseo. Yo le dije que lo hiciera.

Elisa había predicho lo que haría Albert.

Una persona que constantemente le pide que se una a Richard de repente le dice que use otra habitación. Eso es raro.

Por supuesto que pensó que Elisa se enteraría. Pero creyó que no le molestaría.

Pero hubo una cosa que pasó por alto.

Elisa no estaba dispuesta a permitir que le hiciera daño a Richard. 

— Te lo diré sin rodeos.

Elisa puso un bolsillo lleno de monedas de oro frente a la mujer.

— Vete. Con este dinero, podrás vivir una vida plena durante los próximos 10 años.

Sin embargo, la mujer no le dio el más mínimo vistazo al bolsillo de monedas de oro.

— ¿Crees que me iré con algo de dinero? Este es el puesto de la próxima duquesa. Si doy a luz a un niño, esa posición será mía. 

— Richard no quiere un hijo.

— ¿Es por lo que el joven Duque quiere o son tus sentimientos de esposa celosa?

Es un movimiento descarado el ir a la habitación de un hombre con esposa, y aún más arrogante el decir eso frente a la esposa.

— Veo que estás equivocada, si estoy aquí no es por mí, es por ti.

Sin embargo, la voz de Elisa en respuesta fue tranquila sin ningún signo de enojo o burla.

— Conozco bien al Duque, y él ama y se preocupa por Rubelin más que nadie. ¿Piensas que una persona así aceptará a una plebeya como nuera? Para él, tu único valor es el de ser una herramienta para dar a luz.

Con una mirada afilada, la mujer se mordió el labio inferior y miró a Elisa.

No había nada más que refutar. Sabía que todo lo que decía Elisa era verdad.

Pero las palabras de Elisa no se detuvieron ahí.

— Pero no creo que tu valor sea solo eso, ¿verdad?

— .....

— Con este dinero, puedes hacer lo que quieras hacer. Comprar la ropa que quieras, comer la comida que quieras comer e ir a donde quieras ir.

Elisa, que se acercó a la mujer, la miró a los ojos y abrió su bata.

— Si aún no conoces tu valor, entonces piensa en el valor de lo que quieres comer, lo que quieres comprar y lo que quieres hacer...

— Tu valor no es el que alguien que no te conoce estableció para ti, sino en lo que tú quieres para ti.

Al oír las palabras de Elisa, la mujer se quedó estupefacta, como alguien que acababa de ser golpeada.

Elisa se levantó con el bolsillo de monedas de oro en la mano.


***


A la mañana siguiente, Elisa se despertó en la habitación que recién le asignaron. Era su primera mañana en una habitación diferente a la de Richard.

Elisa aclaró sus pensamientos mientras comía el sencillo desayuno que Anne le llevó a su habitación.

'Antes que nada, necesito ir a ver a Richard.'

Richard todavía no sabía lo que pasó anoche. No le dijo la verdadera razón por la que lo mandó a caminar. 

No quería armar un escándalo a altas horas de la noche.

Fue porque no quería armar un escándalo a altas horas de la noche.

'Pero no puedo sobornar a todas las mujeres que el duque envíe. Habrán algunas a las que no podré alejar'. 

Albert presionará por todos los medios y métodos hasta que logre su voluntad.

Para contraatacar, Richard tenía que estar al tanto de los planes de Albert.

Después de comer, Elisa se dirigió directamente a la habitación de Richard.

— Richard.

Después de tocar y esperar un rato, Richard abrió la puerta.

— ¿Elisa?

— ¿Puedo entrar un minuto?

Elisa entró a la habitación antes de que Richard le concediera el permiso. Cerró la puerta al nada mas entrar. Solo después de cerrar la puerta le dio una mirada. 

Ante su vista, Richard estaba en una bata de baño, al parecer se acababa de lavar, y parte de su pecho estaba a la vista.

'Hmm, hmm...'

Instintivamente Elisa fijó la mirada en su pecho y habló.

— Richard... en realidad, anoche te dije que salieras a caminar... realmente...

Mientras Elisa estaba hablando. Una declaración urgente de alguien se escuchó en el pasillo, luego hubo un golpe a la puerta.

— ¡Maestro Richard! ¿Está dentro?

Era la voz de un sirviente. Su voz era inusualmente urgente. Elisa tuvo una sensación siniestra. 

Al parecer no solo Elisa fue quien sintió esa premonición, la expresión de Richard también se endureció sutilmente.

Richard se acercó y abrió una visita.

— ¿Qué esta pasando?

— Creo que debería ir a ver al Duque ahora mismo.

Se había apresurado a subir las escaleras así que respiró hondo antes de continuar.

— Su Excelencia el Duque... está en condición crítica.

Tan pronto como Elisa y Richard escucharon al sirviente, se dirigieron directamente a la habitación de Albert.

Al lado de Albert, el médico, el mayordomo Grayson y el ayudante Aaron estaban custodiando.

— Joven amo, señora.

Los tres se despidieron de Albert, e hicieron un gesto de cortesía a Elisa y Richard. 

Mientras tanto, Elisa y Richard se acercaron a Albert.

Albert respiraba peligrosamente, como si estuviera a punto de quedarse sin aliento.

Sus ojos, que antes no habían perdido su luz a pesar de estar postrado en una cama, ahora habían perdido su luz y estaban borrosos. Como si el fuego de su vida se estuviera extinguiendo.

El médico que lo estaba viendo junto a ellos con una expresión terrible dijo;

— Quizás... lo mejor será que estés preparado.

Ya no había nada más que el médico pudiera hacer por el paciente.

Richard envió al médico de regreso. 

Por turnos, cada uno de los vasallos que habían escuchado la noticia llegaron. Hicieron un saludo final para Albert y se marcharon.

Ahora solo quedaban en la habitación Elisa y Richard, Aaron y Grayson. 

En la habitación sólo sonaba la respiración de Albert, que parecía apagarse cada vez más. Elisa miró el semblante de Richard.

Richard, como siempre, miraba a Albert sin ninguna emoción en los ojos. Entonces habló.

— Me gustaría quedarme con él hasta el final.

Significaba que quería que se fueran. Aaron y Grayson se pararon frente a Albert para despedirse.

— Ha sido un honor para mí servirle a usted.

— Que la gloria eterna esté contigo.

Luego fue el turno de Elisa. Elisa no podía abrir la boca y miró a Albert.

Su muerte no le entristecía, pero sentía pena por él.

Porque dedicó toda su vida a mantener una familia. Y después de la muerte, no queda nada.

Al final, es un ser humano que desaparecerá en el suelo después de su muerte.

— Que descanses bien...

Elisa dio su saludo por última vez con compasión al hombre que había vivido su vida en guerra.

Luego salió de la habitación con Aaron y Grayson a voluntad de Richard.

Cuando Richard escuchó la puerta cerrarse, miró hacia Albert.

El hombre que una vez intentó matarlo y solo lo había visto como un semental para continuar con su legado, y no como un nieto, estaba muriendo frente a él. 

— Quería que vivieras un poco más.

La luz volvió a los ojos de Albert, que habían estado nublados por las palabras de Richard. Sus ojos eran como fuego justo antes de apagarse. 

Richard, mirándolo a los ojos, dijo.

— De esa manera, te habrías sentido angustiado y frustrado esperando por un deseo que no ibas a alcanzar.

— Así que no puedo creer que te vayas tan de prisa.

Esa voz  tranquila, pronunciando tales palabras crueles era aún más aterradora.

Los ojos de Albert temblaron al escucharlo. Su aliento débil se puso un poco más pesado.

También hubo un momento de emoción en los ojos de Richard al mirar la figura. 

Un odio profundo.

— Ahora, es mi Rubelin.

Había más emoción que nunca en la pícara voz de Richard. 

Los ojos de Albert mientras lo miraba temblaron violentamente.

— Tú... bast...

Albert, que hablaba con voz moribunda, jadeaba y jadeaba, sus ojos enrojecidos por la sangre y sus labios secos e inflados incapaces de hacer un sonido...

Pero al final, su respiración se detuvo sin poder terminar. 

Al mismo tiempo, sus manos cayeron.

Richard murmuró mientras cerraba los ojos de Albert, que no pudo cerrar. 

— Mira desde el infierno, por favor.


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