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8. Seamos pareja.


'No se suponía que acogería a este niño, ¿verdad?'

Aiden se apresuró a apagar el fuego de la leña de la chimenea.

En ese momento, cuando el niño notó la aparición de Aiden, miró a su alrededor con ojos completamente abiertos.

Aiden tomó la mano del niño y la giró con la intención de reprenderlo.

— León, no puedes jugar con el fuego, te lo dije antes. ¿Lo recuerdas?

León estaba confundido por la reprimenda de Aiden, pero rápidamente comprendió su expresión endurecida y se encogió de hombros. Luego murmuró en voz baja.

— Yo... no estoy jugando con el fuego...

— ¿Entonces qué haces si no estás jugando con fuego?

— Es doloroso dormir en el frío, no tienes que hacerlo. Mi mamá tenía que hacerlo. Pero León encendió el fuego.

La intención del niño no era la de jugar con fuego, sino de prender la chimenea para mantenerse caliente.

En ese momento, Aiden recordó lo que dijo Elisa.

'Todavía es una pequeña llama. En el futuro podría ser el fuego que calcine la vida, o una llama que da calor a las personas'.

Al mismo tiempo, recordó el rostro de la persona que extrañaría toda su vida.

Una mujer que siempre trabajó duro para ayudar a las personas más débiles que ella, la mujer que amaría por el resto de su vida.

'Probablemente Yulia habría dicho algo como eso.'

Este chico es inocente. Se le pidió que acogiera a este niño.

'Tal vez mi última tarea es criarte como una persona diferente a tu abuelo.'

Aiden, que miraba fijamente a León, envolvió gentilmente la manita del niño que lo estaba mirando.

En la pequeña mano del niño había trozos incrustados de la corteza que había estado sosteniendo.

Aiden se disculpó y lavó las manos del niño con su poder.

— Lo siento, León. Me enojé contigo porque no lo entendí. Gracias por encender un fuego para mí.

Su disculpa hizo reír al niño como si nunca se hubiera sentido intimidado.

Aiden le sonrió al niño. Y preguntó mientras ponía una nueva leña.

— Entonces, ¿encendemos el fuego de nuevo?

— ¡Oh!

El niño rápidamente encendió la chimenea.

Aiden observó la pequeñas llamas en la mano del niño que quemó lentamente contra la leña.

Era una llama pequeña pero era la más hermosa del mundo.


***


Después de regresar a la residencia del Duque, Elisa lo estuvo pensando.

'¿Cómo encuentro las pruebas de que Rose está intentando asesinar a León?'

Ella no buscará y matará a cada niño sospechoso de haber heredado la sangre de la familia imperial, por lo que debe haber dejado ese trabajo a alguien.

Sin embargo, si hace movimientos demasiados llamativos, rápidamente levantará sospechas y no es como que pueda pedir ayuda a algún noble.

No importa cuanto los nobles sigan a Rose, serían reacios a mover a los soldados de su propia familia para ayudarla en esto, porque si los descubren, serían marcados como traidores.

Y en primer lugar, no son la gente de Rose, sino la gente de Raymore.

Pero eso no significa que los esté moviendo Raymore.

En la novela, se dice que Raymore fue indiferente hacía su hija, la princesa heredera, Rose.

Aunque está claro que si Rose da a luz a la descendencia del Emperador, él fortalecerá aún más su poder.

Debido a esto, Rose no lo platica con Raymore y arbitrariamente intenta matar al heredero, pero en cambio presiona la habilidad de León lo que termina haciendo que él muestre que es el heredero de la sangre imperial.

Finalmente, Rose fue destituida de la princesa heredera y Raymore le dio la espalda.

Entonces, el único grupo en el que Rose puede solicitar ayuda es al de los mercenarios.

Los mercenarios son un gremio que no se mueven por lealtad, sino por aquel que les de más dinero.

'Es fácil para las personas que se mueven en dirección al dinero darle la espalda a los demás. Por lo que solo necesito convencerlos con dinero.'

Elisa sonrió tranquilamente. Las cosas serían más fáciles de lo que pensaba. Sin embargo, había un problema.

'Es demasiado peligroso para mí ir yo sola.'

Para saber cuál de los numerosos gremios es el gremio al que acudió Rosé, la forma más rápida y obvia de averiguarlo era atrapando a uno de los mercenarios antes de que intentara matar a un niño por creerlo heredero de la sangre imperial.

Pero mandar a los caballeros de Rubelin no haría que los mercenarios se sintiera especialmente amenazados.

Tenía que ser alguien con más poder.

'¿Qué tengo que hacer?'

Mientras contemplaba la idea, una única persona perfectamente capaz para esta tarea pasó en la mente de Elisa.

Una persona que es lo suficientemente digna de confianza para aceptar este trabajo y que tenga el poder para hacerlo.

Elisa se levantó de su asiento con una sonrisa complacida.


***


El gremio de mercenarios estaba en un callejón en las afueras de la ciudad.

A primera vista, el edificio parecía un bar o una posada, pero todos los invitados eran mercenarios pertenecientes al gremio.

La posada se llenó de las carcajadas de los mercenarios que estaban borrachos.

En ese momento.

¡Quang!

Con un repentino estallido, la puerta de la posada se rompió y el portero golpeó contra el suelo.

Algo rodó al interior.

El interior de la posada se quedó en silencio en un instante.

— ¿Qué, qué es?

Los mercenarios miraron la puerta rota con ojos sorprendido.

Allí, uno de sus colegas, a quien se le había ordenado matar a todos los niños sospechosos de tener sangre imperial, estaba temblando y con el rostro aterrorizado.

Luego, detrás de él, un hombre alto con una túnica negra avanzó tranquilamente.

El hombre, con guantes de cuero negro, tenía su mano sobre la gran capucha y la bajó.

Era un hombre apuesto, de cabello negro como la noche y ojos al color de la sangre, pero su porte era la de un demonio.

Richard miró a través de la posada con sus ojos fríos y dijo.

— Me gustaría ver a la persona encargada de este lugar.

Estaba solo y sin ningún otro caballero, pero incluso los mercenarios, que generalmente eran conocidos por su rudeza y maldad, no pudieron acercarse a él.

Los mercenarios han vivido toda su vida haciendo todo tipo de trabajos duros, así que rápidamente, gracias a sus instintos naturales, se dieron cuenta de que estaban en riesgo y que no debían dejar que el hombre frente a ellos los tocara imprudentemente.

Tenía la presencia de un depredador superior.

Los mercenarios, detenidos por aquella energía, se quedaron estupefactos. 

Sin embargo, un recién llegado, que acababa de ingresar al gremio, no lo notó y lo atacó.

— ¿De dónde sacas ese descaro? Bastardo. Cómo te atreves a solicitar la presencia del maestro.

— ¿Mh?

Richard miró con indiferencia al recién llegado que se acercaba a él con una espada.

Era igual a estar viendo un pequeño insecto que se arrastraba hacia él.

— ¡Eres un bastardo descarado! 

Todos los nuevos miembros, que se sintieron ofendidos por la mirada de aquella persona, desenvainaron su espada.

Sin embargo, Richard logró esquivar el ataque, dando la vuelta sobre sus pies. Luego le pateó el estómago haciéndolo perder el equilibrio y cayó al suelo.

— Cough.. 

El recién llegado miró hacia atrás desde el suelo, estaba conmocionado.

— ¡Oye, estás loco!

Trató de recoger la espada que había dejado caer, pero Richard fue más rápido.

Richard, quien se acercó, pateó la espada del mercenario con los pies y le pisó el dorso de la mano.

Un grito brotó de la boca del nuevo empleado debido al dolor.

— ¡Ahhhhhhhh!

Richard, que estaba mirando al nuevo miembro luchar contra el dolor, miró hacia arriba y dijo en dirección a todos los mercenarios que lo miraban.

— No lo repetiré una tercera vez. Traigan a su jefe.

Uno de los mercenarios, que se miraban entre sí, se dio la vuelta y entró en la posada.

Solo después de eso Richard dejó de pisar la mano del nuevo miembro.

La verdad era, que ni siquiera se quería involucrar en esto.

¿Por qué tendría que importarle a él el hijo de Christian?

De hecho, en perspectiva, era más beneficioso para Rubelin que el hijo de Christian, que heredó el poder imperial, fuera asesinado.

Sin embargo, no pudo ignorar el ferviente deseo de Elisa.

'Verlo me recordó a ti, no podía hacer la vista gorda ante él'.

No le gusta que se preocupe por nadie más que no sea él, pero odia ser causa de sus preocupaciones.

Pero significa que ella está pensando en él lo suficiente como para preocuparse por cosas cotidianas.

Fue por eso que se dedicó a realizar este trabajo a altas horas de la noche.

En ese momento, regresó el mercenario que había entrado en la posada.

— El Maestro te verá adentro...

El mercenario, que primero empezó a hablar con elocuencia, tuvo que hacer un esfuerzo para terminar sus palabas cuando miró a los ojos de Richard.

Después de caminar un rato, salieron a las escaleras que conducían al segundo piso. Mientras subían las escaleras y giraba a la izquierda, se abrió un largo pasillo.

Había una habitación al final.

Era una habitación de posada ordinaria. Allí, un hombre de cuerpo flaco y una impresión aguda estaba sentado con un cigarrillo en la boca.

Había cuatro mercenarios que parecían ser sus hombres de confianza a su alrededor.

Richard miró el cigarrillo y frunció el ceño, pero pronto, como si no le importara su existencia, se sentó en una silla frente a él y miró al hombre.

El hombre le dio a Richard una mirada interesante y le preguntó, al hombre que parecía no inquietarse en una situación en la que muchos se encontrarían en desventada.

— Dijiste que querías conocerme, ¿no? 

— ¿Eres el maestro del gremio?

El maestro del gremio tomó una calada del cigarrillo y respondió un segundo más tarde exhalando el humo.

— Ese soy, ¿Cuál es el problema?

— Recibiste órdenes de la princesa heredera y mandaste a la gente de tu gremio al rededor de la ciudad para hacer el trabajo.

— Bueno, y eso qué...

— Si algún niño es asesinado, mataré a todas las personas de aquí.

Ante las palabras de Richard, el maestro del gremio dejó caer el cigarrillo que estaba fumando.

Por lo general, en los gremios no se menciona el nombre o la identidad del cliente, pero se comunican con una contraseña.

Así que no puede creer que un intruso que apareció de la nada supiera lo que la Princesa Heredera le había encargado a este gremio.

No solo eso, sino que también conocía el contenido exacto de la solicitud.

Sin embargo, rápidamente recompuso su expresión agitada.

Luego le entregó el cigarrillo al subordinado a su lado y dijo:

— ¿Su Alteza la Princesa Heredera lo ordena? no sé de qué está hablando.

Tan pronto como sus palabras terminaron, uno de los hombres de la izquierda sacó una daga y se la arrojó a Richard.

Sin embargo, Richard no se agitó cuando vio la daga volar hacia su corazón.

Cuando el maestro del gremio se cuestionó sobre esa actitud.

La ventana contigua se rompió y un viento fuerte azotó la habitación.

— ¡Aghs!

El viento era lo suficientemente fuerte como para empujar al maestro del gremio e incluso a sus hombres a la esquina de la habitación.

Cuando el viento se detuvo y por fin pudieron abrir los ojos, todos los muebles de la habitación estaban esparcidos.

La mesa entre ellos se había caído y la daga lanzada por el subordinado estaba clavada en la mesa.

De todos ellos, solo Richard estaba sentado con sus largas piernas cruzadas en la misma posición que desde el principio.

En ese momento el maestro del gremio y sus hombres descubrieron quién era Richard.

— ¿El duque de Rubelin...?

Richard, que miraba al maestro del gremio y a sus hombres con ojos indiferentes, dijo.

— Diré esto porque creo que lo estás malentendiendo... 

Todavía había un viento débil que rodeaba al maestro del gremio y a sus hombres.

Como para advertirles que pueden ser sometidos en cualquier momento.

El maestro del gremio y sus hombres tragaron saliva con expresión nerviosa, encogiéndose de hombros.

Richard agregó, dispersando el viento a su alrededor.

— Esta no es una petición, es una orden.


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