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17. Nuestro mundo


Elisa miró inexpresivamente al Emperador.

'¿Espera... que?'

No porque no entendiera las palabras, sino porque no podía creer que hubiera alguien que fuera capaz de decir tales cosas de manera tan directa.

Elisa lo miró con una expresión en blanco sin decir nada, poco después el Emperador se echó a reír.

— Es una broma.

Aunque dijo que fue una broma, sus ojos, que la miraban al decir "sacrificio", parecían demasiado sinceros.

— Al observar el caos que rodea al reino en estos días me recuerda el mito de la fundación del reino justo antes del fin del mundo.

— ¿No es en tiempo difíciles que los héroes aparecen?

Había una sonrisa en los labios del Emperador, pero sus ojos no sonreían en absoluto.

La expresión era extraña y espeluznante.

— Volvamos ahora.

El Emperador pasó junto a Elisa, que seguía de pie en silencio. Entonces.

— Los héroes...

La voz de Elisa se escuchó a espaldas del Emperador.

— Se dice que solo obtienen la gloria cuando mueren.

El Emperador miró a Elisa sin emoción.

Elisa sostuvo la mirada y dijo.

— Desafortunadamente, soy una ciudadana pequeña y corriente, por lo que no me interesa una gloria tan grande.

— En lugar de pasar a la historia como el héroe que salvó el imperio, quiero vivir una vida normal como la cabeza de mi familia, esposa de un hombre y madre de un niño.

No hay nada que la obligara a hacer la voluntad de él.

— Así como no puedo imaginar un futuro sin Richard tampoco quiero que Richard tenga que vivir un futuro en el que no estoy.

Aunque el Emperador no era consciente del poder de Richard, Elisa le expresó su voluntad.No fue para hablar con él, sino para calmar su corazón que se estremeció tras las palabras del Emperador.

— Eso no es gracioso.

El Emperador borró la sonrisa, miró a Elisa con los ojos indiferentes, luego se giró y se fue.

El carruaje entró a los terrenos del duque de Rubelin.

Elisa se bajó del carruaje y se topó con Richard, que acababa de salir de la mansión apresurado.

Richard tenía una expresión de urgencia en su rostro, pero cuando vio a Elisa, se relajó con alivio.

Elisa lo miró con curiosidad.

— ¿Richard? ¿A dónde vas con tanta prisa?

— Te reuniste a solas con el Emperador, me pregunté si pasó algo...

Al escuchar su respuesta, llena de obvia preocupación, Elisa sonrió y lo abrazó.

— Gracias por tu preocupación, esposo. Estoy bien.

Ultimamente, aunque solo se alejara de Richard por un periodo corto, lo primero que hacía cuando lo volvía a ver era abrazarlo.

Solo cuando siente el calor del cuerpo de Richard y escucha el sonido de su corazón latiendo, Elisa puede calmar sus emociones turbulentas.

Era una especie de hábito para calmar la ansiedad que se enroscaba en su interior.

Como siempre, Richard, que abrazó a Elisa de vuelta, preguntó con una mirada curiosa.

— ¿De qué hablaron? No hay nada que el Emperador tenga que decirte.

— Subamos a la habitación y hablemos.Elisa subió a la habitación con Richard.

Tan pronto como Richard entró en la habitación, volvió a preguntar.

— ¿De qué hablaron?

Estaba ansioso, parecía estar preocupado de que el Emperador pudiera haberle dicho alguna tontería.

Al verlo así, Elisa no tuvo más remedio que ocultar, hasta cierto punto, lo que el Emperador le dijo.

— Habló de los monstruos que aparecen con frecuencia en el reino estos últimos días, no parece ser correcto que las tropas de Rubelin se encarguen de ello.

El Emperador me dijo que me sacrificara

Si decía eso, puede que Richard destruyera el Imperio en un santiamén.

Al escuchar eso, Richard dijo con el ceño fruncido.

— Christian dijo lo mismo. Hm... creo que lo mejor será encargarme de este asunto lo antes posible.

Hasta ahora, cada que aparecían monstruos en el Reino, eran los caballeros de Rubelin los que se encargaban de detenerlos.

Algo realmente malo pudo haber pasado la vez que León se encontró con los monstruos , pero afortunadamente, León pudo detenerlos con sus poderes.

Pero si el poder de Richard crece el radio de influencia sobre los monstruos también crece.

Si sigue así podría extenderse más allá de Akaroa y a otras regiones.Si ese momento llega, los caballeros de Rubelin por sí solos no podrán hacerse cargo de la situación e inevitablemente comenzaran a haber víctimas.

— Y es probable que las víctimas sean las personas más vulnerables.

Gente que no sabe nada y es inocente.

Pensar en ellos le puso impaciente.

Sin embargo, siguen sin habérseles ocurrido ninguna solución.

Después de reflexionar por un momento, Richard recordó la historia que Aiden había contado una vez.

— Elisa. Lo que dijo entonces el Santo Padre.

— ¿Qué dijo el Santo Padre?

— El dicho de que la pintura negra se puede diluir. ¿Qué hay de limpiar mis poderes?

En ese momento Elisa recordó la historia de la que Richard le estaba hablando.

Por supuesto, si se le pone agua a la pintura negra continuamente, tarde o temprano esta se diluirá hasta tener el color del agua, pero... eso es desgarrar el alma. Si lo hace, su vida estará en peligro.

Aiden dijo que era algo peligroso.

Elisa negó con la cabeza firmemente.

— No. Eso es demasiado peligroso.

— Pero ahorita esa es la única solución que tenemos.

Richard, que siempre había seguido su voluntad, también fue terco esta vez.

Elisa se mordió los labios con fuerza.

Odiaba imaginarlo en peligro.

— Pero lo odio. Yo... no quiero que estés en peligro.

— Podría ser más peligroso dejarlo así. No, estoy seguro de que será más peligroso. Sabiendo eso, no puedo solamente quedarme quieto y mirar las cosas suceder.

— Elisa. Si fueras yo, tomarías la misma decisión.

Elisa no pudo refutar.Porque él tiene razón. Pero también podía pensar lo contrario.

— Richard, si fueras yo, ¿habrías intentado algo que me pusiera en peligro?

Richard no pudo responder a la pregunta de Elisa de inmediato.

Él miró a Elisa, quien lo miró con ojos llenos de lágrimas a punto de caer, Richard la abrazó y la besó en la frente.

— ... No. Hubiera abandonado el mundo y te hubiera elegido a ti.

Perdió contra ella de nuevo. Sin embargo, Elisa no estaba tan feliz con su victoria.

— Iré a ver a mi padre mañana y le preguntaré si hay alguna otra forma posible.

— Está bien. Hagamos eso.

Al mismo tiempo que Richard respondió, los labios de Elisa besaron los suyos.

Los labios, que se juntaron como si ese era el lugar al que pertenecían, se entrelazaron ansiosamente, codiciando la respiración del otro.

Richard rodeó a Elisa en un abrazó y la llevó hacía la cama.

Entonces Elisa, que recobró el sentido, lo empujó y se alejó.

— Richard, vamos a darnos un baño primero...

Sentía que había estado en la misma ropa desde la villa del marqués de Beltane.

En el momento en que Elisa estaba a punto de comentar al respecto, los pasos de Richard se movieron, todavía sosteniéndola. Elisa lo miró asombrada.

— Vamos a lavarnos.

Había una profunda lujuria en los ojos de Richard al decir eso.Frente a esa mirada, el rostro de Elisa se sonrojó.Así como ella busca su calidez cada vez que se separan por un tiempo, él también busca la calidez de ella.Por eso cada momento con él es tan tierno y precioso, pero...

— ¡Aún así, no es tiempo para hacer eso!

Por la mañana, en el baño ¡A plena luz del día! Elisa luchó por alejarse de Richard ¿Qué pensarían los sirvientes sin conocer lo que sucedía?

— Richard, más tarde, en la noche...

Pero la leve resistencia de Elisa fue reprimida por su beso.Richard susurró con los labios ligeramente separados de Elisa.

— Si tratas de huir, te besaré en el pasillo.Detrás de esas puertas, están las doncellas y los sirvientes.

Era lindo y dulce, pero malditamente intimidante.

Sabía que no la forzaría si se negaba firmemente, pero Elisa no luchó, solo evitó sus labios con una expresión enfurruñada.

— No lo sé. Haz lo que quieras.Con su permiso, Richard sonrió y se dirigió directamente al baño.


***


Después de la cena, es demasiado tarde para recibir invitados.Un visitante inoportuno llegó al dormitorio del Emperador.

— Su Majestad, el Marqués de Felice le pide a su excelencia que por favor lo reciba.

Era Raymore, que se había estado escondiendo sin buscar al Emperador desde lo sucedido con el encuentro con el marqués de Astrid.

El Emperador no estaba contento con su visita, pero por otro lado, se preguntaba por qué había venido a verle ahora.

— Que pase.La puerta se abrió y Raymore entró en el dormitorio.

De alguna manera, su rostro parecía estar más oscurecido que antes.

El Emperador lo recibió vistiendo una túnica.

— ¿Qué pasó, marqués?

Raymore se le acercó y cortésmente le dijo.

— Antes de irme, he venido a decirle mi último adiós a Su Majestad.

Sus ojos mirando al emperador estaban sombríos.


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